La relación que se da entre hermanos es especial, única e irreemplazable. Se trata de uno de los vínculos más fuertes y duraderos que existen entre las personas, y con más relevancia, entre los niños. Los hermanos son los primeros amigos que tenemos y se convierten en aquellas figuras de apego que comparten experiencias paralelas en un momento similar del desarrollo. El vínculo que surge entre los hermanos es muy importante para su desarrollo social y afectivo, contribuyendo en otras áreas como el desarrollo motor, el lenguaje, el pensamiento, etc.
A través de esta especial relación, los pequeños inician la socialización con los iguales: aprenden a compartir, a respetar, a convivir, aparecen nuevos sentimientos y emociones, como la rivalidad y los celos, la admiración, la protección, etc.
A menudo, los hermanos pueden mostrar diferentes conductas que suelen preocupar a los padres. Lo más habitual es que se produzcan celos entre ellos. Esto se puede explicar por el hecho de que los hermanos mayores sientan que deben compartir el cariño y atención de los progenitores con un nuevo miembro, o que son destronados de su lugar. En el otro extremo, los hermanos mayores pueden mostrar un sentimiento de sobreprotección hacia sus hermanos pequeños y se pueden sentir, en ciertos momentos, responsables de ellos. Por otra parte, los hermanos pequeños pueden ver en sus hermanos mayores a aquellas figuras a imitar, sus modelos a seguir. Para los pequeños, es todo un reto llegar a hacer las cosas que hacen sus hermanos mayores y se pueden convertir en una especie de rivales a los que seguir y alcanzar.
Como comentamos anteriormente, los celos son habituales entre hermanos. Los adultos debemos de entender y ser conscientes en todo momento de esta situación. Para ello, es fundamental no comparar a los hermanos, buscar el apoyo entre ellos, procurar que interpreten las metas de cada uno como objetivos comunes, que colaboren entre ellos y se ayuden.
Una vez explicadas las principales características del vínculo entre hermanos, proponemos unas pautas generales para los padres con el objetivo de que se establezca una relación saludable entre ellos:
1) Evitar las comparaciones: es importante no hacer juicios comparativos del tipo “Este es más listo que su hermano”, “Este es más simpático que su hermano” o “Este se comporta mejor que su hermano”. Se deben valorar las actitudes de cada uno de forma individual, no crear pretextos en los que se fomenten rivalidades y celos. Cada niño tiene sus puntos fuertes y sus debilidades, y se debe valorar cada uno de ellos por separado. Si se les ayuda a identificar su propia personalidad, se estará contribuyendo a que desarrollen una buena autoestima.
2) Crear un clima de colaboración: buscar actividades en las que ambos colaboren. Se les debe enseñar que las metas de cada uno pueden ser metas comunes. Es importante dejar que ellos mismos estructuren cómo compartir juegos y actividad juntos, creando momentos de complicidad. No se les debe obligar a que compartan en todo momento tiempos y espacios, puesto que son personas distintas con edades distintas e intereses distintos, y necesitan desarrollar su propia individualidad.
3) Dedicar tiempo y atención similar a ambos por separado y juntos: prestar atención al tiempo que se le dedica a cada uno, sin centrarse en uno de ellos. Puede que alguno de ellos reclame menos atención, pero eso no significa que no la necesite. Es útil marcar los límites cuando uno quiera llamar la atención justo en el momento en que se está ocupado con el otro, para que puedan aprender a gestionar los momentos y los espacios en los que los padres no están disponibles.
4) Dejarles su espacio propio de ellos como hermanos: intentar que tengan momentos de juego, de complicidad solos, sin la supervisión de los adultos. Así se fomenta que compartan experiencias, que se cuiden uno al otro, que solucionen sus rivalidades.
5) Fomentar la comunicación y la escucha entre ellos: cuando uno de los pequeños hable, es normal que el otro quiera reclamar la atención y opinar. Es importante enseñarle que tiene que respetar su turno de comunicación.
6) Hacerlos partícipes de las alegrías, problemas y vivencias de cada uno de ellos: no ocultarles situaciones que tienen que ver con cada uno de ellos. De esta manera, se puede crear un clima de complicidad, unión y colaboración entre ellos que les ayude a mantener un buen vínculo durante todas las etapas de su vida.
Inma Mateo Villalón
Psicóloga Infanto Juvenil
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