¿Cómo corregir los errores de pronunciación desde casa?

Los errores de pronunciación del niño, pueden empezar a surgir a partir de los 3 años. Para mejorar la pronunciación se debe tener tacto y paciencia, es decir, sin gritos ni exaltaciones, de tal modo que no se provoquen sentimientos de vergüenza e impotencia.

Es bueno propiciar que el mismo niño quiera y se esfuerce por hablar correctamente siguiendo el modelo que le brindan sus padres. Así, cuando el niño dice una palabra por primera vez y la pronuncia mal, por lo general, es mejor no responder en el acto diciendo: «No deberías haber dicho…». En vez de eso, sonríase mostrando aprobación, pues, ¡SU HIJO HABLÓ!, y luego repita la palabra diciéndola correctamente.

A veces las amistades y parientes bien intencionados consideran «graciosas» las expresiones incorrectas del niño, esto ciertamente es mejor que considerarlas «malas» o «incorrectas». Sin embargo, desde el punto de vista de la adquisición del habla, se logra el mayor bien si se aprueba el acto del niño de hablar correctamente.

Lo dicho no significa que casi desde la «primera palabra» los padres deben esperar que el niño hable como adulto; pues, él habla, piensa y razona como niño, pero va mejorando estas cualidades a medida que crece y en el grado en que sus padres le brindan las condiciones y oportunidades para ejercitarse.

Si al principio el habla del niño es una imitación imperfecta de la palabra, la clave del perfeccionamiento y éxito son la paciencia y el buen ejemplo que los padres le brindan. De esa manera, en forma progresiva y de modo «natural», irá dejando las características del hablar de «chiquillo».

Actitud de los padres antes los errores de pronunciación.

Es importante que los padres asuman una actitud comprensiva y tolerante en la estimulación del habla del niño, procurando, además, no poner ante él metas imposibles de lograr.

En algunos casos, cuando el niño pronuncia incorrectamente ciertos sonidos y palabras, los padres suelen impacientarse o irritarse con él, actitudes que de hecho suelen ser perjudiciales, ya que algunos defectos que pueden deberse a factores hereditarios o a una mala disposición biológica, tienden a ser empeorados por esa presión.

En otros casos los padres suelen considerar «terrible» lo que puede ser sólo una fase pasajera, como que el niño se «congela» o queda «atrapado» en el patrón malo. Por ejemplo, el niño de «término medio» carece de fluencia en su modo de hablar, pues, vacila, tartamudea o balbucea especialmente entre los 2 y 3 años. En esta etapa no conviene exigir y presionar al niño para que logre la fluidez del lenguaje.

Cuando los padres frente a esos errores no se muestran severos y «horrorizados» y, por el contrario, le «tocan» al niño amorosamente, aceptándolo con una sonrisa, la tensión disminuye y hace que el impedimento también disminuya. Esta atención comprensiva y amorosa aligera la angustia tanto en el niño como en los padres.

Todo esto da una idea sobre la importancia de saber estimular y apoyar al niño en la adquisición y desarrollo de su lenguaje y no dejarlo a su suerte, sobre todo cuando se percibe que tiene dificultades.

La falta de atención y apoyo en este proceso generan problemas de lenguaje, con los consiguientes efectos posteriores en su integración y adaptación al medio social, en el que el hablar bien es una cualidad importante y decisiva.

Logopeda Paula Cirera

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